Conocer a alguien, no te digo por un mes, si no, un día, por casualidad, por suerte diría yo, no es de tu país pero intentas hablarle en su idioma, te cuesta, y él se rie mientras te dice que sabe hablar español, que tiene familia española, entonces te avergüenzas pero ríes.
Una semana después te tienes que ir y mientras coges tu maleta de la cinta del ferry para desembarcar en Francia y montar en el bus, lo ves, y te parece un espejismo, pero es él de verdad, le das un abrazo, y dices sonriendo, que aunque apenas hace una semana que le conoces que le echarás de menos, no dice nada, solo te abraza más fuerte, y sin quererlo ni nada, se te resbala una lágrima , te la secas rápido y escuchas que tus compañeros te llaman, así que le dices adiós, y te vas corriendo. Definitivamente, sabes que te ha tocado más a dentro de lo que nadie ha conseguido nunca en tan poco tiempo.
Lo eché de menos, hablaba con él bastante a menudo, pero la distancia fue quién de hacernos perder el contacto, y últimamente sólo hablábamos alguna que otra vez cada mes.
Pero hoy, me llevé una alegría, pero de estas que lo único que sientes es que quieres gritar a los cuatro vientos que estás genial. Bueno, lo que pasó fue que mi tutor empezó a hablarnos del viaje de fin de curso, y nos dijo que iríamos a Francia, hasta ahí todo perfecto, a continuación continuó diciendo que iríamos a una pequeña ciudad, de la cual me sonaba bastante el nombre, pero no asociaba absolutamente nada, hasta que al llegar a casa, por inspiración divina, me di cuenta de que era la ciudad en la que vivía él. Como dato, llevo con una sonrisa enorme desde entonces, he hablado con él, y prometimos vernos cuando estuviera allí, tengo todavía más ganas de ir de las que tenía antes.
Querido destino, solo quería darle las gracias, por que no pensé en que volvería a verle nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario